Sanctus y Benedictus

El Sanctus y el Benedictus son el cuarto y quinto de los motetes, respectivamente, que forman el Ordinario de la Misa. El por qué agruparlos en un mismo artículo tiene unas razones eminentemente históricas.

Antes del Concilio Vaticano II ambos motetes eran independientes: el Sanctus se cantaba igual que en el momento actual, después del Ofertorio, pero el Benedictus se cantaba después de la Consagración eucarística. Hay que recordar -para los que no lo sepan- que la Consagración la realizaban los sacerdotes “en secreto”, sin el resto de la comunidad, pues se consideraba que era un momento únicamente reservado para ellos. Cuando volvían con la Consagración realizada la comunidad arrodillada cantaba el Benedictus, en actitud contemplativa y de meditación.

Posteriormente a este Concilio, ambos cantos se unieron como un solo canto.

El Sanctus

Su texto corresponde a las palabras que los ángeles hacen de Dios en Isaías 6:3. Es, por tanto, un canto de alabanza, tras haber concluido el Ofertorio y justo antes de la Consagración:

Sanctus, sanctus, sanctus Dominus Deus Sabaoth
Pleni sunt coeli et terra gloria tua
Hosanna in excelsis.

Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del Universo
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo

El texto relativamente breve del Sanctus es adecuado para que musicalmente tenga un tratamiento musical con contrapunto, adornado con melismas, con abundantes repeticiones de texto en la segunda parte (Hosanna). Curiosamente, la mayoría de los compositores se decantan por un ritmo ternario, ya que este tipo de compás supone que el tempo vaya más rápido, más propio a ese carácter de cántico de alegría.

Y precisamente por ello a la hora de interpretarlo habrá que darle esa intención: un canto solemne de júbilo, festivo, especialmente en la sección Hosanna.

Veamos unos cuantos ejemplos:

En el Sanctus de la Gran Misa en Do menor, KV 427, de Mozart se puede distinguir con mucha claridad la diferencia entre las dos partes: la primera, hasta el 1:46, más tranquila y solemne. A partir de ahí, el contraste con la sección Hosanna, más contrapuntística y adornada con melismas.

Otro ejemplo, también de Mozart, es el de su célebre Réquiem. La primera parte, en 4/4, suena con gran solemnidad, para dar paso en la segunda sección Hosanna a un ritmo ternario, más rápida, entrando las voces por imitación de más grave a más agudo hasta el “in excelsis” final.

Por último, en este Sanctus de la Misa Breve de Gounod también se ve el contraste entre secciones:

El Benedictus

El texto, a diferencia del Sanctus, corresponde al Evangelio de San Mateo, 21:9, en el contexto de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos:

Benedictus qui venit in nomine Domini
Hosanna in excelsis

Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Al igual que sucede con el Sanctus, la primera parte suele ser musicalmente muy contrapuntística, buscando los adornos en forma de melisma, y la repetición del texto. En ocasiones, al buscar ese carácter meditativo que tenía el Benedictus al acabar la Consagración, los compositores reducen el número de voces o bien es interpretado por un semicoro.

La segunda sección, Hosanna, vuelve a estar bajo el carácter del Hosanna del Sanctus, siendo muchas veces exactamente iguales. Otras veces trabajan el mismo tema musical, al ser el mismo texto, pero el compositor lo desarrolla de una manera diferente.

Un ejemplo clarísimo lo tenemos en el Sanctus de la Misa de Requiem de Mozart: el Benedictus presenta esa primera parte más lenta, cantada por solistas. Y al final, otra vez en ritmo ternario, vuelve el Hosanna, desarrollando la misma idea musical que había en el Sanctus pero no exactamente igual: si antes entraban bajos ahora son los tenores los que comienzan la sección. Y además, en otra tonalidad diferente.

Otro ejemplo lo tenemos en la Gran Misa en Do menor: reserva a los solistas para la parte del Benedictus. Y al final el Hosanna nos vuelve a recordar al del Sanctus, pero desarrollando otra idea musical, con el coro y añadiendo también a los solistas.

Por último, un Benedictus más contemporáneo, de la misa «The armed man«, de Karl Jenkins, que reúne estas mismas características: una primera parte más contemplativa, meditada y lenta, instrumental al principio y luego acompañada por el coro. Y una segunda parte, el Hosanna, donde además entra la percusión y crea un contraste de gran belleza.

Para terminar, un par de curiosidades:

  • Antiguamente al Sanctus se le conocía como Trisagio, por ser un himno en honor a la Santísima Trinidad.
  • El canto del Sanctus es usado tanto en la liturgia católica como en la ortodoxa.

¿Y tú? ¿Conoces algún Sanctus o Benedictus que te guste especialmente?


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