Hace unos días encontré por internet una reflexión que me gustó mucho y con la que me siento totalmente identificado. Por ello me gustaría compartirla a través de este medio. El texto original, de autor desconocido, estaba en inglés, así que debo darle las gracias a mi alumna Ana Fuentes por hacer esta traducción tan fiel al original:

No enseño música porque es una ciencia,
aunque tratas con la acústica.

No enseño música porque es matemáticas,
aunque haya que subdividir ritmos.

No enseño música porque es una lengua extranjera,
aunque necesito saber términos en italiano, francés, alemán…

No enseño música porque es historia,
aunque la música siempre refleja parte de nuestros acontecimientos.

No enseño música porque es educación física,
aunque demos muchas vueltas y pasemos horas incontables practicando para conseguir coordinar nuestros dedos.

No enseño música porque es un arte,
aunque permita al ser humano crear de algo aburrido y sin sentido una emoción.

No enseño música porque espere que hagas una carrera de la música.

No enseño música porque espere que cantes o toques un instrumento el resto de tu vida,
aunque me encantaría que lo hicieses.

No te lo enseño tampoco para que te relajes y te diviertas con ello.

Te lo enseño para que seas más humano,
y así podrás reconocer la belleza,
así serás sensible,
así estarás más cerca del infinito, que está más allá de este mundo,
para que puedas aferrarte a algo,
así tendrás más compasión, más gentileza, más bondad y, resumiendo,
tendrás más vida.

¿Qué importancia tendrá vivir con éxito,
si no hemos aprendido cómo vivir?

¡POR ESO ENSEÑO MÚSICA¡